Primers auxilis a les víctimes d'un dels quatre trens de rodalies que patiren els atemptats del 11 de març de 2004. [Foto, Pablo Torres.]
Lluís Cànovas Martí / 17.3.2004 (amp. 2014)
[ Vegeu també: En torno a los atentados del 11-M en Madrid: [2] El PP en la fragua de Vulcano (La mayoría absoluta 2000-2004) / [3] El PP ante los idus de marzo (La campaña electoral de 2004) / [4] In memoriam Catilina (El PP en la teoría de la conspiración) / El estado de las autonomías (1978-2012) / Transición económica neoliberal (1982-2012) / Sobre la bipolarización del voto en las elecciones del 9-M (2008) / Un sistema electoral bajo crítica / Apuntes sobre políticas nacionales en la UE: España 2002-2004 / España 1999-2001 ]
La segunda legislatura del Partido Popular (2000-2004) confirma el aserto de que entre las ventajas imputables a los gobiernos con mayorías parlamentarias absolutas no se cuenta, desde luego, la de que fomenten el diálogo con las fuerzas opositoras y la tolerancia en general. Suele ser una ley de oro con arreglo a la cual a menudo se encrespan con particular virulencia unas fuerzas políticas contra otras (sobre todo allí donde la historia impidió que sedimentara una profunda tradición democrática) y en cuyo cumplimiento se olvida el hecho de que, en política, las formas empleadas para abordar los problemas son tan importantes como los contenidos de los intereses que se dice defender. Tal era, poco más o menos, el sentimiento transversal que, a lo largo de esa legislatura, expresaron en España un buen número de comentaristas políticos de los más variados medios de comunicación y tendencias, que coincidieron en el uso de la palabra «crispación» para caracterizar el clima convivencial predominante en la vida política española. Fue un clima marcado, sobre todo, por la política del presidente José María Aznar, que recondujo en clave nacionalista española su anterior política de concesiones, comenzando por los cumplidos que dirigió a las fuerzas nacionalistas periféricas cuando se vio falto de su anhelada mayoría parlamentaria.
En ese contexto, las redes ocultas del yihadismo tejieron una realidad paralela cuya clandestinidad —limitada en principio a la obtención de fondos y al reclutamiento de combatientes para la lucha en frentes distantes— solo despertó alguna inquietud tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington. A partir de esa fecha, en España se llevaron a cabo cuatro redadas policiales contra las tramas yihadistas. La primera redada, registrada en noviembre de 2001, la llevó a cabo la policía en el marco de la Operación Dátil contra la célula de Al Qaeda en España, que desde 1995 lideraba el sirio-español Barakat Yarkas, Abu Dahdah. Esa operación comportó otras tres redadas más, la última en septiembre de 2003. Algunos de los detenidos lo fueron al margen de la Operación Dátil, pero en conjunto esas redadas permitieron que 24 yihadistas fueran incursos en el sumario 35/2001 de la Audiencia Nacional. Dieciocho de los procesados fueron condenados a diversas penas tras el verano de 2005, y en 2006 el Tribunal Supremo confirmó las condenas de 15 de ellos. Su líder, Abu Dahdah, vio reducida la pena inicial de 27 años de prisión a solo 12 años, porque se eliminó la pena por conspiración (que le había sido aplicada porque conocía con antelación los planes de ataque del 11-S contra las torres gemelas de Nueva York) y solo se le mantuvo la de pertenencia a organización terrorista, lo que le permitió salir de la cárcel en 2013. Aun así no impidieron que, dos años y medio más tarde, pudiera repetirse en Madrid una tragedia humana de la misma naturaleza y propósito: causar tantos muertos como fuera posible en un país que el yihadismo reivindicaba como propio blandiendo supuestos derechos históricos sobre Al Andalus, su mítico paraíso medieval.
Paradójicamente, según la tesis de Fernando Reinares, Fernando Reinares, ¡Matadlos! Quién estuvo detrás del 11-M y por qué se atentó en España, Círculo de Lectores, Barcelona, febrero 2014. fueron precisamente las detenciones practicadas en aquellas redadas las que desencadenaron los acontecimientos en un acto de venganza que sus autores solo habrían relacionado con la participación española en la guerra de Irak de modo oportunista. La idea de atentar contra España habría comenzado a fraguarse, según ese autor, en Pakistán a finales de 2001, dos años antes de que los bombardeos estadounidenses dieran comienzo a aquella guerra. La tesis del libro de Reinares, distribuido en los días previos al décimo aniversario de los atentados del 11-M en Madrid y popularizado por el mismo autor unos días más tarde en un artículo periodístico, Fernando Reinares, «Venganza cumplida», El País, 8-3-2014. se fundamentaba en un muy estimable aparato crítico y añadía un contrapunto inesperado al debate sobre los atentados del 11-M que, transcurrida una década, seguía abriendo las carnes de la sociedad española.
Al reconocimiento historiográfico de esa aportación cabría, tal vez, objetar una única cautela: la eventualidad de que el estatus previo de Reinares, catedrático que exhibía como méritos el haber sido asesor del Ministerio de Interior español, presidente del grupo de expertos de Radicalización Violenta de la Comisión Europea y laureado de mérito por administraciones públicas de signo político opuesto —estatus que le dio acceso a una documentación oficial reservada, en principio vetada al común de sus colegas— lo predispusiera en contra de ese elemento cainita que resulta capital en el debate sobre el tema: el profundo resentimiento que parece embargar a socialistas y populares ante la mera mención al cambio político que siguió a aquellos atentados y que, en las postrimerías de 2014, seguía encrespando con especial virulencia a unos y otros entre sí, como evidenciaron las reacciones a la filtración sobre el origen del famoso sms que en la jornada de reflexión electoral del 13 de marzo de 2004 convocó a los manifestantes frente a las sedes del PP y que los populares seguían imputando al gobierno socialista aún diez años después. La autoría de ese polémico sms la desveló el líder de Podemos, Pablo Iglesias, en su programa televisivo durante la entrevista que hizo a Iñaki Gabilondo en «Otra vuelta de tuerca» (LaTuerka, 7-12-2014). Según Iglesias, el sms fue iniciativa de un grupo de alumnos de doctorado de la Facultad de Políticas de la Universidad Complutense vinculados años después a las movidas del 15-M y a la fundación de Podemos.
En cualquier caso, si como afirma Reinares el motivo de los atentados no fue la participación española en la guerra de Irak, tampoco el gobierno que decidió esa participación podía ser señalado como responsable político del 11-M: una perspectiva historiográfica novedosa que en la práctica debiera reconducir la polémica respecto al tema y, al menos teóricamente, favorecería la posibilidad de limar asperezas entre los dos grandes partidos estatales en ese terreno de acusaciones y reproches mutuos que emponzoña sus relaciones en un ejercicio de memoria y resentimientos sin tregua.
El libro de Reinares había aparecido en un momento especialmente delicado del sistema bipartidista español y del régimen monárquico que lo corona. En ese tiempo, tras los actos conmemorativos del décimo aniversario del 11-M, se multiplicaron las voces críticas que llamaban a los grandes partidos a cerrar filas ante los retos que la actualidad planteaba a España: la cronificación inmisericorde de la crisis económica, que en su séptimo año mantenía porcentajes de paro insostenibles y que, por este concepto, colocaban al país en la cola de Europa; la amenaza que para el sistema bipartidista español insinuaban las encuestas sobre la intención de voto en las elecciones europeas fijadas para mayo de 2014, confirmadas al poco por los resultados que arrojaron las urnas y dieron alas a una fuerza emergente, Podemos, creada apenas medio año antes; el desgaste creciente del sistema monárquico, que tras confirmarse aquella alerta electoral se vio seguido por la abdicación y relevo del monarca ante el temor de que los cambios políticos augurados impidieran la continuidad del sistema de la corona instituido por el régimen de la transición; el estallido judicial de los casos de corrupción en el seno del partido gobernante, que enhebrando todas esas instituciones estatales con las del sistema financiero y las grandes empresas concesionarias implicadas, sembraba a diario el escándalo y la indignación ciudadana...
Además, el progresivo paso del movimiento soberanista catalán hacia el independentismo —que desde la segunda presidencia de Aznar era ninguneado, ridiculizado y escarnecido por las instancias estatales y mediáticas españolas— alcanzó cotas alarmantes cuando el presidente español Mariano Rajoy, sucesor de Aznar en la presidencia del PP, se negó a considerar la renegociación fiscal que desde Catalunya le planteaban los antiguos aliados catalanes de su partido. Tras esa circunstancia, el presidente Artur Mas pasó a asumir las tesis independentistas y se alineó con las fuerzas políticas que preconizaban dicha solución para Catalunya.
Aun a riesgo de desvelar a algún lector ingenuo el misterio de una historia por otra parte archiconocida, comenzaré desvelando el final: la teoría de la conspiración del 11-M fue un constructo ajeno a la realidad, por lo que su aplicación a la práctica política puso en evidencia y aceleró el proceso de desconfianza general de la ciudadanía hacia la política y el mundo de los políticos tal como se había expresado hasta el momento a través del sistema bipartidista.
En cualquier caso, quienes eran los responsables políticos de ese momento no mostraron ninguna disposición autocrítica respecto a su papel en la gestión de los hechos. Antes bien, conforme se fueron desvelando en las instancias judiciales las pruebas de lo sucedido, se empecinaron cerrilmente en la negación de las evidencias procesales, dando pábulo al relato de la que se llamó «teoría de la conspiración»: una de las tantas que se urdieron en torno a los grandes atentados de comienzos del siglo XXI y que, en el caso de los del 11-M, tuvo su lógica en el desarrollo de la política autoritaria que destiló durante toda la legislatura la mayoría absoluta del presidente José María Aznar.
[ Vegeu també: En torno a los atentados del 11-M en Madrid: [2] El PP en la fragua de Vulcano (La mayoría absoluta 2000-2004) / [3] El PP ante los idus de marzo (La campaña electoral de 2004) / [4] In memoriam Catilina (El PP en la teoría de la conspiración) / El estado de las autonomías (1978-2012) / Transición económica neoliberal (1982-2012) / Sobre la bipolarización del voto en las elecciones del 9-M (2008) / Un sistema electoral bajo crítica / Apuntes sobre políticas nacionales en la UE: España 2002-2004 / España 1999-2001 ]
Lluís Cànovas Martí, «1. Proemio conclusivo (Para no ir a tientas)»[ En torno a los atentados del 11-M en Madrid ]