Daniel Cohn-Bendit durant un míting al bulevar Saint-Michel de París

Daniel Cohn-Bendit, líder del Moviment 22 de Març, durant un míting al bulevar Saint-Michel de París. En la seva intervenció exigeix del poeta Louis Aragon -membre del comitè central del PCF present en l'acte- que rectifiqui la posició oficial del partit respecte a l'acusació que els revoltats són uns provocadors (9.5.1968)

Mayo de 1968 y los movimientos contestatarios

Lluís Cànovas Martí / 22.2.2003

[ Vegeu també: Apocalípticos del bienestar (1): La contracultura contestataria de los años sesenta / Apocalípticos del bienestar (2): La politización contestataria de los años sesenta / D'abord, Debord [Ectoplasmes 2] / Després de Marx, Abril [Ectoplasmes 6] / Treball i paradís xippie en les utopies postindustrials (1a part) / Vagues explosives: i contra què i contra qui. ]

El espacio de confrontaciones propio de la guerra fría fue escenario de una experiencia singular: el estallido de los movimientos contestatarios de los años sesenta. Lejos de estar atizados éstos por los poderes establecidos a uno y otro lado del mundo, se erigieron en una resistencia autónoma que combatió los sistemas de valores de ambos y que tuvo sus bases de reclutamiento preferente entre la juventud estudiantil de las sociedades avanzadas (París, Berlín, Berkeley, Tokio, Milán, Praga...)

Ni siquiera durante el Mayo francés de 1968 (referencia inexcusable de lo acontecido) los contestatarios se plantearon, sin embargo, en ningún momento la toma del poder político. Bajo el influjo de grupos que como garantía de radicalidad habían teorizado justamente lo contrario (sobre todo la Internacional Situacionista, el de mayor fuste intelectual, pero también otros grupúsculos inscritos en la tradición anarquista, como el Movimiento 22 de Marzo), profundizaron en una lucha antijerárquica que desarrollaron mediante una infatigable práctica asamblearia y se dirigió con las armas de la crítica y con la acción directa contra todos los poderes instituidos (la familia, la vida académica, el urbanismo, las artes... y por supuesto el estado), en una estrategia de subversión de la vida cotidiana que trascendería todos los ámbitos: el espacio familiar y de las relaciones interpersonales y sexuales, las relaciones sociales, la política (para la que exigieron que suprimiera la separación entre lo público y lo privado)..., y en general cuantas convenciones y costumbres habían consagrado una práctica social jerarquizada.

El fenómeno ha interesado a los estudiosos de distintas disciplinas de las ciencias sociales, y en especial a los sociólogos, quienes, al atender al componente juvenil de la protesta de aquellos años, se limitaron muchas veces a ver en ella una simple expresión de «rebeldía generacional». En el reflujo de los años posteriores, esta interpretación parcial, usada por los medios conservadores como un clisé descalificador, acabaría imponiéndose como un tópico.

Más convincente es el punto de vista de los historiadores que trataron el tema tras vencer la renuencia natural de la historia política a abordar el estudio de los hechos al margen de las contingencias propias de las luchas por el poder. La historiografía coincide al subrayar las condiciones de desarrollo económico especialmente favorables que precedieron a la crisis del petróleo de 1973; también está de acuerdo en que, junto a la bonanza económica, las condiciones de masificación de la enseñanza de esos años dieron a aquella juventud las circunstancias idóneas para plantear un orden de problemas más amplio que el que a priori deriva de la estricta subsistencia. La relación causal entre ambos fenómenos habría brindado una última oportunidad a la experiencia de un humanismo libertario que pudo vivir así su momento de gloria: justo antes de que el ciudadano fuera sometido a la «reducción economicista» que, amparada por el liberal-conservadurismo y la socialdemocracia, lo iba a convertir en «individuo-mercancía». O al menos ésta es la interpretación que, con un cierto tono elegíaco, defendieron algunos especialistas de filosofía de la historia en 1998, durante el trigésimo aniversario del más emblemático de aquellos acontecimientos.

Indiscutida ya, que la gran victoria de aquellos contestatarios se produjo en el terreno cultural y de las costumbres de Occidente. La significación universalista de sus propuestas encontró de momento, como en el pasado la proclamación de los derechos humanos, los límites en la perentoriedad de las problemáticas planteadas en otras partes. En su caso fueron el integrismo marxista-leninista de la revolución cultural china, el conflicto árabe-israelí, el fascismo en España (donde precisamente en 1968 moría por primera vez un militante de ETA en enfrentamiento con la guardia civil), la ocupación de Checoslovaquia por los tanques soviéticos, la guerra de Vietnam, los regímenes militares latinoamericanos... Tras combinarse la complejidad de esos problemas con la reacción del poder y los efectos de la crisis económica, en los primeros años de la década siguiente el mito del 68 cedió en todas partes a la tentación marxista-leninista y a formas de guerrilla urbana que delataban su reubicación en la guerra fría (Fracción del Ejército Rojo alemana, Brigadas Rojas italianas, Ejército Rojo japonés, Weathermen estadounidenses...). Sin menoscabo, naturalmente, de experiencias de participación institucional que propugnaban profundizar en los contenidos de la democracia para sobrepasar sus límites, que consideraban demasiado formales. En ese sentido el programa alternativo de los kabouters holandeses (1970) se adelantó en una década al de los futuros Verdes alemanes.

[ Vegeu també: Apocalípticos del bienestar (1): La contracultura contestataria de los años sesenta / Apocalípticos del bienestar (2): La politización contestataria de los años sesenta / D'abord, Debord [Ectoplasmes 2] / Després de Marx, Abril [Ectoplasmes 6] / Treball i paradís xippie en les utopies postindustrials (1a part) / Vagues explosives: i contra què i contra qui. ]

Lluís Cànovas Martí, «Mayo de 1968 y los movimientos contestatarios» Prefaci al volum 33 de la Historia Universal Larousse, RBA Editores/Spes Editorial, Barcelona, 2002-2003