La similitud de les escriptures serials d'Igor Stravinsky i Anton Webern és evident a l'Agon del músic rus, inspirat en els ballets cortesans del segle XVII. A la imatge, comparació de la «Fanfàrria» inicial i final d'aquest ballet, amb la que, pels melòmans, és la coneguda sèrie de les Variacions, op. 30, de Webern.

Igor Stravinsky, un genio proteico

Lluís Cànovas Martí  /  27.3.2013 (Amp. 2.1.2015)

[ Vegeu també: Las vanguardias musicales del siglo XX / El corpus del delicte (Una aportació crítica a la història de la música catalana) / Arnold Schoenberg, de la tonalidad al dodecafonismo ]

De entre los calificativos que se han dirigido a Stravinsky, tal vez el que mejor cuadra con su figura sea el de genio proteico. Responde a una percepción que se desprende de las diversas etapas del músico, que fue sucesivamente ruso, francés y estadounidense, y que en el transcurso de su vida creativa pasó del impresionismo a la neotonalidad (período conocido como neoclásico, porque se inspira en algunos de los temas míticos del pasado) y a la adopción del serialismo. De tales etapas, fue sin duda la intermedia, neoclásica, la más prolífica y la que más comúnmente se identifica con la aportación stravinskiana a la historia de la música. Pero más allá de esa variabilidad (algo que durante años sorprendió e indignó por igual a críticos y melómanos), su obra se acompaña siempre de unas características comunes omnipresentes en sus composiciones: la rusicidad, el colorismo y los ritmos contrapuntísticos, que hacen que las obras de Stravinsky sean siempre inequívocamente personales y reconocibles.

Igor Stravinsky nació el 18 de junio de 1882 en Oramienbaum (actual Lomonósov), localidad de la costa báltica próxima a San Petersburgo en la que veraneaba su familia. Se trataba de una familia ilustrada que tuvo cuatro hijos y en la que el padre, Fiódor, era cantante de la Ópera Imperial de San Petersburgo (actual Teatro Mariinski). Llevó a cabo el joven Ígor estudios musicales de piano y armonía, pero los dejó de lado para cursar Derecho en la universidad. Sin embargo, poco después, en 1902, abandonó a su vez esa disciplina universitaria para estudiar instrumentación y contrapunto con Rimski-Korsakov. Una fase de juventud que se cerraría en 1906 al contraer matrimonio con su prima Katerina Nossenko, con quien vivió los 33 años siguientes y tendría cuatro hijos, uno de ellos, Soulima, también compositor.

Una revolución en el ballet

Los comienzos de la música de Stravinsky están ligados a su providencial encuentro con el director de los Ballets Rusos, Serge Diaghilev, que daría lugar a una fructífera colaboración reconocida como la etapa más renovadora y brillante de la historia del ballet: punto de partida de una música escénica en la que la danza revoluciona la concepción del movimiento de los bailarines y su papel en la pieza interpretada, que aparece casi como un aderezo de la audición; a su vez, la música adquiere entidad propia con independencia de aquella y puede ser interpretada sin las referencias incidentales propias del baile. Esa colaboración trascendente comenzó con la representación de los Feu d'artifice, escrita en sus tiempos de estudiante, y el encargo de El pájaro de fuego (1910). Delata aún esta la influencia posromántica de Rimski-Korsakov y se estrenó ese mismo año en la Ópera de París, la capital que desde 1921 sería durante dos décadas su segunda patria. Siguiéronle Petrushka (1911) y La consagración de la primavera (1913): la primera se caracteriza, entre otros elementos, por el uso percutido del piano, el énfasis bitonal y la recuperacion de motivos populares rusos que lo alejan ya radicalmente por igual del posromanticismo del maestro y del impresionismo que con Debussy impregna en ese tiempo las salas de concierto parisinas; La consagración de la primavera, estrenada con Pierre Monteux al frente de la orquesta y coreografía de Nijinski en el Teatro de los Campos Elíseos (29 de mayo de 1913), daría lugar a un escándalo que es referencia histórica de la pasión melómana del público de su tiempo, como da fe el hecho de que hubo peleas en el patio de butacas y tuvo que intervenir la policía durante el segundo movimiento. Según la crítica del momento, el rechazo habría sido menos por sus fórmulas melódicas «brutales» o por las transgresiones armónicas, que por la subordinación de ambos elementos al empleo inusitado del ritmo. Este ballet constituye lo que ha sido calificado como «momento estelar de la modernidad».

El período neoclásico del compositor discurrirá durante tres décadas enteras en las que, a partir de 1919, muestra sobre todo la preocupación por las formas y los materiales de la tradición clásica —aunque el abanico es más amplio y en los extremos abarca temas de Dufay y de Webern—, que Stravinsky transforma en obras marcadamente personales en las que resulta prácticamente irreconocible el material de partida: Pergolesi (Pulcinella, 1919); Haendel (Edipo rey, 1927), Chaikovski (El beso del hada, 1928), Haydn (Sinfonía en do, 1940)...

El reconocimiento internacional de Stravinsky se proyecta ya en su vida personal a través de una mundanidad que le proporciona fama de conquistador: se le atribuyen relaciones más o menos pasajeras y es notoria la que mantiene con uno de los símbolos de la época, Coco Chanel (una relación llevada en 2009 al cine por el director francés Jan Kounen en Coco Chanel & Igor Stravinsky). Más trascendente devino la relación con Vera de Bosset, quien abandonó a su marido, el escenógrafo Serguéi Sudeikin, y se convirtió en su amante habitual. Tras el fallecimiento de Katerina en 1939, Vera fue la persona con quien, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Stravinsky emigró a Estados Unidos, se casaría al año siguiente, obtuvo la nacionalidad en 1945 y compartiría en adelante la gloria del triunfo social.

La ópera Mavra (1922), los ballets Apolo y las Musas (1928), Perséfone (1934), Babel (1944)... son otras tantas de las numerosas composiciones del período, que cierra la ópera The rake's progress (1951), en la que la exageración del amaneramiento neoclásico ha sido señalada como una suerte de canto del cisne del género. En medio, la Sinfonía de los salmos (1930) testimonia su conversión al catolicismo...

El serialismo stravinskiano

La siguiente etapa creativa de Stravinsky se define por la incorporación del sistema serial, que al comienzo será parcial: a los dos años de la muerte de Schoenberg, irrumpirán las primeras series de doce notas en varias de sus composiciones, entre ellas el Septeto (1953) e In memoriam Dylan Thomas (1954); el serialismo será ya total en la cantata Canticum sacrum (1956) y el ballet Agon (1957); alcanza la plenitud con Threni. Las lamentaciones del profeta Jeremías (1957-1958), una de sus obras maestras, y Movimientos para piano y orquesta (1959), donde se siente el pálpito de Webern. Requiem canticles (1966) está considerado su testamento musical, aunque la última obra que compuso fue Two Sketches for a Sonata (1967). Murió en Nueva York el 6 de abril de 1971 víctima de un infarto y sus restos reposan en el cementerio de la isla de San Michele de Venecia.

Otras obras de Stravinsky

  • Sonata en fa sostenido menor (1904)
  • El fauno y la pastora, para mezzosoprano y orquesta, op. 2 (1907)
  • Cuatro estudios, para piano, op. 7 (1908)
  • Dos poemas de Paul Verlaine, para barítono y orquesta, op. 8 (1910)
  • Le Rossignol (1914)
  • Le renard (1916)
  • Para Pablo Picasso, para clarinete (1917)
  • La historia de un soldado (1918)
  • Sinfonía para instrumentos de viento (1920)
  • Les noces (1923)
  • Octeto (1923)
  • Concierto para violín (1931)
  • Concierto para dos pianos (1935)
  • Dumbarton Oaks (1938)
  • Juego de cartas (1936)
  • Sinfonía en tres movimientos (1945)
  • Concierto de ébano, para clarinete y conjunto de jazz (1945)
  • Misa (1948)
  • Tres cantos de Shakespeare (1953)
  • A sermon, a narrative and prayer (1961)
  • Abraham e Isaac (1963)
  • Variations (Aldous Huxley in memoriam) (1964)

[ Vegeu també: Las vanguardias musicales del siglo XX / El corpus del delicte (Una aportació crítica a la història de la música catalana) / Arnold Schoenberg, de la tonalidad al dodecafonismo ]

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Lluís Cànovas Martí, «Igor Stravinsky, un genio proteico»Escrit per a Grandes personajes universales, Ed. Océano, Barcelona, 2013