[ Vegeu també: La primera mitad del siglo XIX / América Latina: escepticismo y esperanza ]
Los caminos de la economía abierta teorizados en el nuevo orden mundial tienen sus límites: preconiza globalización de los procesos, pero apostrofa exclusión, embargo o bloqueo donde los intereses propios del líder mundial aparecen amenazados. Es el resultado de un mundo que, más allá de los postulados más o menos «globalizadores», camina hacia una realidad de trilateralización (Estados Unidos, la Unión Europea y Japón o tal vez China en el continente asiático) en la que se necesitan aliados y, al mismo tiempo, enemigos que satanizar, para mejor sellar las alianzas. Los amigos del uno suelen aparecer como enemigos del otro, pero en la existencia de ese ambiguo binomio suele radicar el mecanismo compensador de cualquier crisis. Cuba es el fiel reflejo de uno de tales binomios, y la ley Helms-Burton, aprobada a finales de 1995 por Estados Unidos para doblegar al régimen cubano, uno de los pulsos que este país libra con Europa para dirimir la supremacía.
La ley Helms-Burton habría sido promovida con los apoyos del magnate azucarero cubano Nicolás Gutiérrez y la familia Bacardí, opuesta a la comercialización del ron Havana Club por la firma francesa Pernod-Ricard. Se impondría como una concesión al poderoso lobby cubano de Miami, que, a través de su dirigente Jorge Mas Canosa, empeñó en 1992 importantes apoyos económicos en la campaña presidencial de Bill Clinton. Detrás de Cuba, que reconoce el efecto negativo de tal ley en los créditos y la ayuda financiera recibida, España es la primera perjudicada por la ley Helms-Burton: impone sanciones a las empresas que comercien con intereses expropiados a Estados Unidos por la revolución castrista, y España es, con Rusia, la primera proveedora del mercado cubano. En la memoria de los empresarios españoles, las amenazas al director general de la cadena hotelera española Tryp, visitado en julio por Mas Canosa en su despacho de Madrid y advertido de que, si invertía en Cuba, sus intereses no iban a ser respetados cuando cambiara el gobierno. Por contra, el gobierno español se manejaba entre una ambigua defensa moral de su empresariado en la isla y el juego de intereses del exilio cubano representado por Mas Canosa: la Fundación Hispano Cubana, promovida por el diputado popular Guillermo Gortázar, y la congelación de ayudas para programas de cooperación, fueron algunas de sus concreciones, que en noviembre, tras una desafortunada coincidencia de Aznar y Castro en la conferencia de la FAO en Roma, situó a ambos países al borde de la ruptura cuando el embajador español no recibió el plácet de La Habana. Nunca las relaciones diplomáticas hispano-cubanas anduvieron peor.
Mientras, el día 1 de octubre la ley Helms-Burton fue recurrida ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) por el Consejo de Ministros de Exteriores de la Unión Europea en cuanto legislación extraterritorial. La Unión Europea (UE) tomaba una iniciativa de fondo cuyo dictamen podría resolverse en el plazo de un año.
Para el entretanto, el día 28 de octubre la UE aprobaba un «reglamento antiboicoteo» que autoriza a las empresas europeas a tomar represalias, por vía judicial, contra los activos europeos de las compañías estadounidenses que las perjudiquen aplicando la Helms-Burton.
Las bases para una futura guerra comercial a gran escala quedaban planteadas: «Con esta arma de autodefensa en la mano podremos negociar mejor con Washington», confesó el británico León Brittan, comisario europeo de Comercio. No era la intención que llegara la sangre al río. |