Poeta en lengua catalana (Folgueroles, 1845-Vallvidrera, 1902), principal figura de la Renaixença y gloria del romanticismo literario catalán. Ingresó en el seminario con diez años y fue ordenado sacerdote en 1870. Sus poesías juveniles le brindarían dos premios en los Juegos Florales de 1865 y reflejan variadas influencias: la sátira del barroco y la corranda popular catalanas, la preceptiva neoclásica castellana, el romanticismo de F. Mistral... Parte de esta producción se recogería póstumamente en Jovenívoles (1925) . Ejerció de capellán de navío (1875-1877) en la Compañía Transatlántica de Antoni López, y completó el poema épico L'Atlàntida (1877) durante las largas travesías entre Barcelona y Cuba. El poema resultó premiado en los Juegos Florales de ese año: está escrito en versos decasílabos y alejandrinos, y en ellos un ermitaño cuenta a Cristóbal Colón la historia del hundimiento de la tierra de los atlantes con objeto de consolarlo de la desazón de un reciente naufragio, y el resultado anima al navegante a la búsqueda del mítico continente, que concluirá con el descubrimiento de América. Los elementos del relato están extraídos de las mitologías griega, egipcia, bíblica y renacentista. Al adquirir López en 1877 el título de marqués de Comillas, Verdaguer se incorporó, como capellán -y seis años después como limosnero- al palacio barcelonés de la familia del noble, circunstancia que le permitió viajar por Europa, norte de África y Próximo Oriente. En su producción lírica de esos años son habituales los temas místicos: Idil·lis i cants místics (1879), Cançons de Montserrat y Llegenda de Montserrat (1880) -con ocasión del milenario de la abadía-, Lo somni de sant Joan (1882)... Ese ciclo se romperá sin embargo con el poema épico Canigó (1886), leyenda romántica que ensalza los orígenes cristianos de Cataluña y fue considerada la epopeya nacional del país: narra las aventuras de Gentil, quien seducido por la reina de las hadas -que simbolizan el mundo demoníaco del infiel musulmán- incumple sus deberes caballerescos. En su transcurso, Flordeneu muestra al protagonista la belleza del Pirineo, y al final los cristianos expulsarán de Canigó -símbolo de la patria catalana- a las hadas, liberando al protagonista del maleficio que lo tenía sometido. El entusiasmo que suscitó su publicación le valió ser ungido con la corona de «poeta de Cataluña». Una fama de poeta nacional que remachó con Pàtria (1888), donde aparece su celebrada «Oda a Barcelona».
Poco después de estos éxitos, su itinerario vital lo alejaría circunstancialmente de la gloria alcanzada: en medio de una profunda crisis espiritual que arranca de 1886 y le conducirá al esoterismo y las prácticas exorcistas, será despedido por el segundo marqués de Comillas (1892), suspendido a divinis y confinado entre 1893 y 1895 por la jerarquía eclesiástica en el santuario de Gleva. Sus poemas toman carácter ascético. Desafiante, regresa a Barcelona y, en medio de una polémica pública de gran resonancia, denuncia la persecución sufrida mediante una serie de artículos, aparecidos en El Noticiero Universal y La Publicidad, que serán recogidos a su vez por L'Avenç en el libro Mosén Jacinto Verdaguer en defensa propia (1895). En 1897 se retracta y recupera la licencia sacerdotal perdida. Entre las numerosas obras de ese agitado período se cuentan la trilogía Jesús infant (1890-1893), sobre sus vivencias en Palestina, Sant Francesc (1895), Flors del Calvari (1896), Santa Eulària (1899), Aires del Montseny (1901) y Flors de Maria (1902). Su mejor obra en prosa es Dietari d'un pelegrí a Terra Santa (1889). |