Las suspicacias parecían ser el hilo conductor de los dossiers que algunas revistas especializadas en temas socioculturales y políticos dedicaron a lo largo del año al protagonismo creciente de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG's) en España y el mundo. El trasfondo común a dichas reservas críticas fue el renacer de lo que aparece como «maravilloso florecimiento de lo humano» en un mundo de insolidaridades crecientes, donde los analistas reivindican la obvia necesidad de no dejarse llevar por unas apariencias que permitirían tacharlos de ligereza e ingenuidad. La revista El Viejo Topo de agosto, por ejemplo, titulaba «Dossier humanitarismo» al conjunto de artículos dedicados al tema, que encabezaba con una serie de preguntas cruciales. Entre otras, ¿hasta qué punto pueden las ONG's conservar su independencia si dependen de fondos gubernamentales? ¿Debe propiciar el humanitarismo cambios estructurales de carácter político y económico? ¿Es el humanitarismo un humanismo? ¿Reduce el humanitarismo a la consideración de un simple cuerpo al hombre necesitado de ayuda?...
Los orígenes del humanitarismo moderno se remontan al siglo XIX, cuando Henri Dunant creó la Cruz Roja Internacional para asistir a los heridos de guerra en una iniciativa que los años transformarían en precedente y modelo referencial de las ONG's, entre las cuales se cuenta hoy ella misma como una de las más importantes. El nacimiento de la Cruz Roja vino a reafirmar los principios del humanismo, enunciados en el Renacimiento, desarrollados por la Ilustración y traducidos en ese caso, de la abstracción a la práctica, mediante la organización de la asistencia médico-sanitaria a las víctimas de las guerras internacionales. Alguna de aquellas preguntas formuladas parecía hallar en la historia una respuesta que acaso legitimaba la conveniencia metodológica de las suspicacias, pero que en modo alguno podía ser un dictamen respecto a la cuestión planteada: en septiembre de 1996, por ejemplo, unos documentos desclasificados de la Oficina del Servicio Estratégico estadounidense (OSS, predecesora de la CIA) señalaban las infiltraciones nazis sufridas por la Cruz Roja Internacional durante la Segunda Guerra Mundial, hecho que explicaría la aceptación de una solicitud de la Cruz Roja alemana de 1942 para que se llevaran por separado los casos de los «arios» y los «no arios», así como el silencio del comité internacional de la entidad respecto al genocidio judío (crítica ya señalada en diversas ocasiones a lo largo del tiempo) y sus vinculaciones con el gobierno suizo, otro de los casos de filonazismo de la época que afloraron a lo largo de 1996.
Mundialización y nuevos valores
Desde luego que el ejemplo anterior subraya el hecho evidente de la permeabilidad instrumental de todas las instituciones a los valores e intereses de las sociedades en que se maneja su actividad: un axioma por otra parte consustancial al conocimiento aportado por la sociología.
Nada de excepcional, pues, que en el actual proceso de mundialización (entre cuyas características se cuenta el estallido insolidario de las conductas) aflorara una nueva ética basada en la necesidad correctora de una integración que el mismo ritmo del proceso niega: dicha integración sólo podía llevarse a cabo mediante la difusión de conceptos unificadores (tolerancia, paz, libertad, democracia..., inherentes a la tradición humanista), susceptibles de ser asumidos y defendidos por la inmensa mayoría, y capaces de sentar las bases de una nueva ideología, «pensamiento único» que abastece las fórmulas de lo que ha sido dado en llamar «políticamente correcto».
Nada de excepcional, tampoco, que el actual proceso de mundialización viera la eclosión de nuevas formas de acción humanitaria, ligadas a iniciativas básicamente privadas, cuyo campo de acción se reivindica al margen de lo gubernamental: hecho que se desprende de la renuncia a la intervención del Estado en la solución de los problemas creados y, a su vez, dogma esencial de ese pensamiento único que arropa la mundialización.
La acción humanitaria emergente se plantearía, por último, como una alternativa real a una acción política desprestigiada y perdida en el sinsentido de una gestión pública que tiende a la uniformización de sus fórmulas, cuando no a la corrupción y a la perversidad de los métodos empleados.
Papel de las ONG's en el orden mundial
Corolario de un mundo encerrado en la mundialización, las ONG aparecen como la respuesta necesaria, conveniente e imprescindible a los problemas planteados a la humanidad, aunque a menudo, las más de las veces, éstos se manifiesten como problemas concretos que parecen afectar sólo a regiones o minorías específicas. Su existencia introduce, acaso, una posibilidad de apertura en ese universo cerrado regido por la dialéctica entre las instancias económica y política, brindando la oportunidad de un diálogo a tres bandas en el que se ofrecen como las encargadas de velar por los valores humanistas de una utopía razonable y práctica frente a las dramáticas disfunciones del sistema mundial. De ahí que, como todo, o casi todo en la resolución de los problemas humanos, puedan devenir una esperanza de superación o acabar convirtiéndose en una fatalidad más de la intermediación del poder y de los intereses económicos que como nuevo Leviatán rigen el mundo. En cualquier caso, han hallado ya sus mejores recursos en la solidaridad que despiertan sus campañas por la erradicación de los aspectos más lacerantes de la supervivencia, y en los tiempos que corren no es poco, piensa un número creciente de seguidores.
Existen entre diez mil y quince mil ONG's en el mundo. Algunas cuentan con una larga experiencia y popularidad, como por ejemplo el ya señalado caso de la Cruz Roja, mientras que otras, las más, apenas acaban de nacer. En 1992, la Conferencia Mundial de Río de Janeiro sobre Desarrollo y Medio Ambiente, más conocida como «cumbre de la Tierra», supuso el reconocimiento institucional de todas ellas en el sistema de Naciones Unidas, una puesta de largo (también reconocida por la Unión Europea, mediante la creación de un comité de enlace con un delegado de las ONG's por cada estado miembro) que avala las anteriores consideraciones en la medida en que a la ONU le ha sido asignado el papel de máximo foro legitimador del nuevo orden mundial.
Las ONG's en España
En España, estas organizaciones no habían dejado de crecer en los últimos años, y 1995 fue decisivo en el despegue que experimentaron. Ciudadanos de todas las edades y condiciones se sumaron a las iniciativas de lucha desplegadas por las ONG's: contra el hambre, por la tolerancia, por el cuidado de los enfermos, la integración social, la prevención sanitaria o la conservación del medio ambiente son algunos ejemplos de sus numerosas inquietudes. En gran parte el impulso recibido se debió al prestigio y a la proyección mediática que algunas ONG's consiguieron durante su participación en las campañas humanitarias de ayuda a los refugiados de Ruanda. En conjunto, las diez principales (Intermón, Ayuda en Acción, Médicos del Mundo, Medicus Mundi, Manos Unidas, Médicos Sin Fronteras,...) suman ya 375.000 socios. Merecían ser destacados los casos de Intermón, dedicada a 350 proyectos en una treintena de países, que pasó de 90.600 a 1.100.000 asociados, y Médicos Sin Fronteras, la de mayor crecimiento relativo, que los aumentó en un tercio y pudo pasar de 45.000 a 60.000 socios, precisamente por el mencionado protagonismo en aquel conflicto centroafricano que conmocionó a la sociedad española. Contabilizada aparte, la Cruz Roja Española, que con 611.303 socios y 168.693 voluntarios es, con mucho, la que tradicionalmente recibe el mayor soporte popular, seguía lastrada en su actuación por la importante deuda de 15.000 millones de pesetas dejada por la gestión de su anterior presidenta, Carmen Mestre. En conjunto, las diez primeras organizaciones movieron un presupuesto mínimo de 55.000 millones de pesetas, de las que Manos Unidas canalizó 5.600 millones sólo en concepto de fondos captados con su campaña contra el hambre.
La proporción entre recursos propios y subvenciones oficiales condiciona la política de las ONG's y puede variar mucho de un año a otro. En 1995 la sección española de Médicos Sin Fronteras barajó 935 millones de fondos privados y 1.202 de subvenciones aprobadas, muy por debajo de las cifras de 1994, que habían sido 2.718 y 2.536 millones, respectivamente, en virtud de lo que ellos señalan como «macroemergencia de Ruanda». En conjunto, unas ciento veinte ONG's españolas recibían del Estado cerca de 10.000 millones de pesetas anuales, lo que supone en torno al 5 por ciento de los recursos destinados a la cooperación internacional. La tendencia parece apuntar a un menor peso de la participación estatal, congruente con el lugar asignado a la privatización creciente de lo humanitario en el nuevo orden.
Contenciosos gobierno-ONG's en España
La independencia de las ONG's respecto al poder fue uno de los caballos de batalla que aquéllas mantuvieron en 1996 en España. Por una parte, la Plataforma del 0,7 por ciento, nacida el año anterior por la acción coordinada de varias ONG's, seguía reclamando la dedicación de ese porcentaje del producto interior bruto (PIB) español para la ayuda al tercer mundo, un objetivo al que se había comprometido el Partido Popular durante la campaña electoral y que, con la coartada de los recortes presupuestarios y los objetivos de Maastricht, postergó al limbo de sus actuaciones ejecutivas una vez en el gobierno, situándolo como objetivo del año 2000. La participación había incluso disminuido desde el 0,24 por ciento de 1991 al 0,23 en 1995, y las vacilaciones de la nueva administración no facilitaban aventurar el porcentaje de 1966, que se estimaba iba a ser finalmente del 0,35 por ciento, a pesar de que todo auguraba la continuidad de los baremos aplicados. Las ONG's denunciaban, además, que ese insuficiente porcentaje del PIB se distribuía de acuerdo con criterios esencialmente comerciales, muchas veces relacionados con el negocio armamentístico, y que la ayuda española al desarrollo (166 millones de pesetas, aunque otros 40 millones se canalizan indirectamente a través de la Unión Europea y Naciones Unidas) tenía como cuatro principales beneficiarios a México, China, Marruecos e Indonesia, «por lo que resulta evidente que no se condiciona la ayuda a los derechos humanos y a los esfuerzos de democratización», sólo vagamente aplicados por el primero de dichos países.
También en 1996 se enfrentaron a una regulación de facto de las ONG's que éstas consideraron inaceptable: el Ministerio de Asuntos Exteriores anunció en julio su determinación de ayudar sólo a las ONG «solventes... de probada experiencia» con objeto de acabar con un centenar de ellas que se estimaba financiadas sólo por el dinero público. A finales de agosto, la Secretaría de Estado para la Cooperación Internacional repartió 8.000 millones de pesetas entre 79 organizaciones: un número considerable de las beneficiadas el año anterior quedaron efectivamente excluidas, pero además la Coordinadora de ONG's para el Desarrollo tuvo ocasión de mostrar su sorpresa por la aparición de otras diez nuevas en la lista, en contradicción con el proclamado criterio de la «probada experiencia». Las más beneficiadas fueron Intermón, de carácter laico, aunque procedente en sus orígenes de una iniciativa de la Compañía de Jesús, con 649 millones de pesetas; Manos Unidas, vinculada al Episcopado Español, con 540; Codespa, relacionada con el Opus Dei, con 536. En el cuarto puesto, la Fundació Clínic, vinculada al Hospital Clínico de Barcelona, con 424 millones, era la primera de las diez recién llegadas al reparto.
El gobierno español intentaba sacar adelante una ley de Cooperación consensuada capaz de regular el estatuto de las ONG's y aminorar las discrepancias a menudo suscitadas. En septiembre sometió su proyecto legislativo a la consideración del Consejo de Cooperación, órgano mixto integrado por trece representantes gubernamentales, seis de ONG's para el Desarrollo y representaciones menores del empresariado, sindicatos y técnicos en la materia. Las voces en contra del proyecto se alzaron rápidamente, abriendo paso a una nueva controversia...
A pesar de los obstáculos y controversias, en el último trimestre del año el recrudecimiento del conflicto interétnico en la región de los Grandes Lagos de África, que alcanzó a los campos de refugiados de Zaire, abrió otra vez el impulso humanitario de la sociedad española a los caminos de una solidaridad sellada en esta ocasión con la sangre de cuatro misioneros maristas españoles asesinados en los primeros días: justo en el prólogo de un acuerdo internacional de intervención militar que, bajo los auspicios de la ONU, pretendía garantizar la protección de los refugiados y una nueva campaña de las ONG's encargadas de hacer efectiva la ayuda humanitaria en la región.
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