Teodoro Obiang Nguema i el rei  Juan Carlos

L'acceptació internacional del règim dictatorial equatoguineà, qualificat d'«amic» per l'administració nord-americana, és un exemple del model polític neocolonial que propicia l'explotació petroliera. El govern socialista espanyol no es quedà curt en l'afalagament a Teodoro Obiang Nguema durant una visita del dictador a Madrid preparada el 2006 per la diplomacia espanyola per tal de recuperar les oportunitats de negoci perdudes en el passat. Obiang hagué de cancel·lar la seva visita al Congrés per evitar la protesta dels diputats dels grups minoritaris, però a la nit, convidat pel rei Juan Carlos, va sopar al palau de la Zarzuela (15.11.2006)

Guinea Ecuatorial: dictadura y petróleo
(Paradigma de un modelo neocolonial africano)

Lluís Cànovas Martí  /  12.6.2008

[ Vegeu també: El colonialismo ]

Tampoco esta vez, con ocasión de las elecciones legislativas del 4 de mayo, escapó el presidente ecuatoguineano Teodoro Obiang Nguema a esa tentación inveterada de todos los dictadores que consiste en apuntarse a la ficción de un pueblo unido sin fisuras en torno a su figura y a las instituciones representativas de su régimen. Si en las elecciones legislativas del 25 de abril de 2004 el partido del presidente, Partido Democrático de Guinea Ecuatorial (PDGE), había obtenido 98 de los 100 escaños de la Asamblea Nacional, en las de 2008 el PDGE redondeó su control parlamentario y se apuntó uno más, 99 de 100: unos resultados que, a la luz de la experiencia democrática de la historia de la humanidad, resultan tan altamente improbables sin la mediación del fraude y la manipulación, como nulas se iban a demostrar pocos días después las posibilidades de los recursos que precisamente por esos motivos presentó la oposición ante la Junta Electoral.

La historia política de Guinea Ecuatorial es un paradigma de las situaciones de dominio que en África derivan de la herencia colonial. En este caso, de un dominio colonial español que, ante las reivindicaciones independentistas guineanas planteadas a través de Naciones Unidas, trató de perpetuarse presentando el territorio en litigio como «parte integrante» de la nación española: primero, en 1956, incorporándolo a su propia estructura territorial como provincias de Fernando Poo y Río Muni, y después, en 1963, mediante el reconocimiento de un gobierno de Guinea Ecuatorial autónomo, con el líder del Movimiento de Unión Nacional, Bonifacio Ondó, en el puesto de primer ministro y sometido a la supervisión de un comisario general español. Conforme se acentuaban las contradicciones entre la realidad guineana y la ficción con que se proyectaba internacionalmente, las tomas de posición españolas respecto al futuro de su colonia variaron notablemente: el presidente Luis Carrero Blanco, que en pro de los intereses del cacao defendía el secesionismo de Fernando Poo reivindicado por la Unión Bubi, de Edmundo Bosio, pasó a postular la candidatura de Ondó, pero el ministro de Asuntos Exteriores, Fernando María Castiella, firme partidario de una independencia que mantuviera la unidad territorial, se mantuvo fiel a los intereses madereros de las explotaciones continentales, una opción que jugaba a favor del líder del Movimiento Nacional de Liberación, Atanasio Ndongo.

A la postre, la metrópoli se plegaría en 1966 a las exigencias del derecho internacional y abrió un proceso constituyente dirigido a la independencia de una Guinea Ecuatorial unitaria: impuso un texto constitucional, depuró el censo que debía aprobar la Constitución en referéndum (celebrado el 11 de agosto de 1968 con el 65 % de votos a favor de la propuesta) y organizó el proceso electoral para una elección presidencial que ganó democráticamente el principal opositor a la carta magna, Francisco Macías Nguema, tras lograr en la segunda vuelta, el 29 de septiembre de 1968, el apoyo de Bosio y Ndongo: una alianza que dejó fuera de juego a Ondó, considerado a todos los efectos un mero títere de España y huido al exilio apenas conocerse los resultados. El proceso culminó trece días después, el 12 de octubre de 1968, con la proclamación de la independencia en una solemne ceremonia a la que el entonces ministro español de Información y Turismo, Manuel Fraga, asistió como representante de la potencia descolonizadora. Sobre las vicisitudes de este proceso, véase Xavier Lacosta, «España-Guinea, 1969: la estrategia de la tensión», Historia 16, núm. 297, Madrid, 2001.

El breve otoño de la democracia

Poco había de durar esa naciente democracia, que comenzó su andadura con la formación de un gobierno de unidad en el que estaban representadas todas las fuerzas parlamentarias y que tuvo a Bosio como vicepresidente. En virtud de protocolos anexos al acta de independencia, España se había comprometido a ceder hasta 1970 a sus funcionarios residentes en Guinea Ecuatorial con cargo a los presupuestos bianuales de la colonia, que habían sido prorrogados, y a mantener hasta esa fecha en el país a sus efectivos de la Guardia Civil y de las Fuerzas Armadas. Además, aunque más informalmente, prometió ayudas para el relanzamiento económico de la etapa naciente. Mientras, el abogado español Antonio García Trevijano, como asesor de Macías, redactaba una constitución de signo democrático (finalmente orillada en pro de otra que, con el aval del gobierno español, redactó Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón), y otro asesor presidencial, Francisco Paesa (intermediario de los servicios de inteligencia en sonados casos de la futura democracia española), se entregaba con aquél a operaciones especulativas sobre la base del proyecto de creación de un Banco de Guinea Ecuatorial, una experiencia de la que después Trevijano trataría de desmarcarse afirmando que sus promotores «eran unos gángsters» Véase José Eburi Palé, «Otoño de 1968: nuestra anti-diplomacia en África», en Libro de notas.

La dictadura de Macías

Ante la demora en las ayudas, el 21 de enero de 1969 Macías declararía que «el único problema que tenemos es que España no nos ha dado un céntimo», y a partir de ahí desató una escalada verbal contra el neocolonialismo de los madereros y del gobierno español, al que acusaría de provocar el bloqueo económico. Las relaciones con España empeoraron cuando en enero de 1969 Ondó (expulsado por Gabón o, según otras fuentes, atraído por la promesa de inmunidad que le dio Macías tras una mediación del embajador español) regresó a Bata y fue detenido.

Guinea Ecuatorial rompió los últimos puentes de una relación fluida con la antigua metrópoli el 5 de marzo de 1969. Ese día, el gobierno de Macías anunciaba la desarticulación de una trama golpista apoyada por España. La existencia de esa trama, puesta en entredicho por algunas fuentes, sirvió en cualquier caso de pretexto para una represión en toda regla que conllevaría la eliminación física de los adversarios de Macías: Ndongo, entonces ministro de Asuntos Exteriores, fue señalado como el principal dirigente de la conspiración y murió defenestrado, se asegura que por el propio Macías, en las dependencias policiales en las que era torturado. Ondó murió asimismo víctima de la tortura en la cárcel de Santa Isabel. Muchos de sus seguidores siguieron la misma suerte. Macías sentaba las bases de un régimen de tiranía, mientras las tropas y los ciudadanos españoles abandonaban Guinea Ecuatorial precipitadamente.

La inestabilidad política causada por esa situación derivó en febrero de 1970 en la ilegalización de todos los partidos políticos y en la fundación del Partido Único Nacional (PUN), que, a imagen y semejanza de los sistemas de partido único del socialismo real de la época, iba a monopolizar la vida política ecuatoguineana en la década que comenzaba. El nuevo régimen se alineó internacionalmente con la Unión Soviética, que pudo disponer, en consecuencia, de una base para sus submarinos en Luba, e incluso amagó el guiño de una pretendida radicalización obrerista que desde luego no fue nunca más allá del nombre del partido, rebautizado como Partido Único Nacional de los Trabajadores (PUNT).

Allende la retórica populista, la deriva dictatorial adoptó un signo claramente autocrático y en julio de 1972 Macías se proclamó presidente vitalicio del país, tendencia ratificada al año siguiente con la aprobación de una segunda Constitución en virtud de la cual el presidente asumía todos los poderes, mientras el estado adoptaba una estructura centralizada que rompía la relación federal existente entre las entidades insulares, de mayoría bubi, y el Río Muni continental, de mayoría fang.

En la condición fang de Macías, la represión se cebó especialmente en la etnia bubi, pero tuvo también un carácter indiscriminado que afectó a todas las minorías y, por supuesto, a la suya propia. En total causó la muerte de sesenta mil personas, determinando el exilio de otras cien mil, en su mayoría huidas a las vecinas Senegal y Gabón. Se trató de un fenómeno político de gran impacto demográfico, puesto que incidía en una población de 320.000 habitantes; además, la endeble economía nacional sufrió esos años la caída de los precios internacionales del cacao, entonces su principal cultivo de exportación, que provocó el abandono de sus plantaciones insulares y la consiguiente oleada emigratoria.

Insuficientes, sin embargo, resultarían para mantener al dictador en el poder las prácticas sanguinarias contra los opositores, las complicidades trabadas mediante la corrupción o el reparto de puestos entre la oligarquía neocolonial, que sumó a sus miembros los del clan familiar Mongomo del presidente en una suerte de nepotismo exhibicionista que a la postre acabó labrando su trágico final: su sobrino el teniente general Teodoro Obiang, comandante en jefe del ejército (y ex alcaide del penal de Black Beach, significada pieza en el entramado represivo del régimen), encabezó el 3 de agosto de 1979 el golpe de estado que habría de derrocar al dictador Sobre la caída de Macías, véase Mateo Madridejos, «El fin de la era del Tigre», en 1979 Siega de tiranos, Difusora Internacional, Barcelona, 1980. y sustituirlo por un Consejo Supremo Militar que enarboló la bandera de la lucha contra la corrupción y en defensa de la patria cuando al descontento por los bajos salarios y las purgas en el ejército se sumó el convencimiento de que se tramaba un acuerdo para la desmembración del país entre Nigeria, Gabón y Camerún. Macías, con ocho de sus colaboradores, fue sometido a un juicio sumarísimo por un tribunal militar que, presidido por el mismo Obiang, lo condenó a muerte al hallarlo culpable de los delitos de genocidio, deportaciones masivas y robo de caudales públicos; el 29 de septiembre de ese mismo año, Macías sería fusilado por la «guardia pretoriana» marroquí de Obiang, enviada solidariamente por Hassan II apenas consumado el golpe.

El nuevo régimen de Obiang

Pronto el continuismo se hizo patente en la corrupción del nuevo régimen. Marcó, sin embargo, distancias respecto al bloque socialista y en 1982 se dispuso a remozar la fachada con el toque democrático indispensable para hacer visible el cambio de bando y atraer las inversiones extranjeras. En lo institucional, este cambio se tradujo en la adhesión del país a la Comunidad Económica y Monetaria de África Central (CMAC), un paso liberalizador que en 1984 significó la adopción del franco CFA como moneda y un cierto acercamiento a la francofonía de su entorno: la economía nacional estaba exangüe y Guinea Ecuatorial se contaba ya en ese momento entre el grupo de países más pobres del mundo, situación que no abandonaría en los años siguientes. Véase Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, Guinea Ecuatorial. Informe sobre desarrollo humano 1996, Nueva York, 1996, en donde el país ocupa el puesto 135 de la lista de 174 elaborada para ese año. El Consejo Militar designó a Obiang para el puesto de presidente de la República por un período de siete años, se aprobó una tercera Constitución que sería refrendada en referéndum el 15 de agosto y se anunció la autodisolución del gobierno castrense y el sometimiento del ejército al poder civil. Ese proceso se rubricó, además, con una imagen que sugería la ruptura con el pasado colonial: una renominación toponímica (en la que Santa Isabel pasó a llamarse Malabo, y Fernando Poo fue rebautizada como Bioko) que parecía reivindicar las esencias nacionales africanas.

Las elecciones legislativas de 1983 se plantearon por el sistema de una lista única con candidatos rigurosamente seleccionados por la presidencia, y en la perspectiva de legitimar la renovación de su mandato presidencial, en 1987 Obiang se apuntó a la receta unipartidista de su difunto tío, conforme a la cual fundó el Partido Democrático de Guinea Ecuatorial; al año siguiente reincidió en la lista única parlamentaria. No fue hasta 1992 que autorizó la creación de una docena de partidos, encabezados casi todos por personajes destacados del régimen; de resultas, la oposición se alinearía en partidos nacidos a partir de ese momento en España con la esperanza de que una apertura política iba a posibilitar el regreso del exilio.

Tal esperanza se vería defraudada, de modo inmediato, por el encarcelamiento de cuantos regresaron al país y por la prohibición de 10 de los 14 partidos inscritos para las legislativas de 1993, que se resintieron del boicot a la convocatoria y una abstención del 80 %; ese mismo año, la no admisión de la candidatura de Amancio Nsé, que se presentaba por la Plataforma de Oposición Conjunta a las presidenciales de febrero, permitió la renovación del mandato de Obiang con el 98 % de los votos. Una situación de amaño y fraude que se repetiría en las legislativas de 1999 y en las municipales de 2000.

El factor petróleo

Ya la exigencia de democratización se veía obstaculizada, además, por los márgenes de maniobra que desde 1996 proporcionaron a Obiang las reservas de petróleo del golfo de Guinea. Estimadas éstas en el 10 % de las reservas mundiales conocidas, hicieron del país el tercer productor de petróleo de África, por detrás de Angola y Nigeria: aunque en 1991 las prospecciones de Hispanoil habían dado sus frutos en el campo offshore de la plataforma atlántica Alba, su producción no superaba en 1996 los 22.000 barriles de crudo diarios; pero en 1995 el descubrimiento de las nuevas reservas, llevado a cabo por la estadounidense Exxon Mobil Oil en el campo offshore de Zafiro, permitió disparar a partir de 1997 las exportaciones, y en 2001 Guinea Ecuatorial producía ya 200.000 barriles diarios. Como consecuencia, este año el PIB del país creció el 70 %, y el PIB per cápita, que en 1996 era de 420 dólares por persona, ascendía a 2.200 dólares. En los años siguientes, la producción de petróleo no dejó de aumentar y el PIB lo hizo a un ritmo medio del 20 %; en 2007 la producción alcanzaría los 800.000 barriles de crudo diarios, y el PIB per cápita superaba los 24.000 dólares. Sin embargo, esa riqueza, superior a la proporcionada por la economía de algunos países avanzados de Europa, se repartía muy desigualmente: un 5 % de la población acaparaba el 80 % de la renta nacional, y el 95 % restante tenía que sobrevivir con sólo 88 dólares al año. Véase Gonzalo Escribano, «Guinea Ecuatorial: de la ayuda al petróleo», Universidad Nacional de Educación a Distancia, Madrid, 2001. Una situación que, al margen de la opacidad de las estadísticas guineanas, se mantenía en 2008 más o menos invariable. Mientras, el país remontaba la caída demográfica que siguió a la independencia, y en 2007 el 41,7 % de sus 520.000 habitantes (lejos, desde luego, del millón largo que decía contabilizar el gobierno) tenía menos de 15 años de edad.

Las concesiones petroleras beneficiaban sobre todo a las multinacionales norteamericanas, que en 2007 obtuvieron en Guinea Ecuatorial el 15 % del petróleo importado por los Estados Unidos (Exxon Mobil extraía en 2007 el 70 % de la producción ecuatoguineana, y cantidades menores Amerada Hess, Chevron, Marathon, Noble, Ocean, Triton, Vanco.). Un papel menor desempeñaban las empresas petroleras de China, Francia, Reino Unido, Malasia, Sudáfrica, Japón. Mientras, las empresas españolas del sector seguían a comienzos de 2008 al margen del negocio.

Según la revista Forbes, la fortuna de Obiang ascendía en 2006 a 600 millones de euros. Habrían asimismo experimentado incrementos notables las fortunas de sus familiares, parientes y amigos (cuyas actividades son objeto de un seguimiento sistemático por la Asociación para la Solidaridad Democrática con Guinea Ecuatorial, Asodegue), beneficiados por la persistencia del nepotismo del régimen, que según denunciaba en 2003 la revista Afrique Education Véase «21 de los 50 ministros en Guinea Ecuatorial son familiares del Presidente Obiang» se traducía en la presencia de 21 familiares directos del dictador (dos hijos, dos hermanos, cuatro tíos, siete primos, dos sobrinos, dos cuñados y dos cuñadas) entre los 50 ministros de su gobierno.

En 2006, los familiares de Obiang más significados en el gobierno eran: su hermanastro Gabriel Obiang Lima, viceministro de Minería e Hidrocarburos; su sobrino Baltasar Engonga Edjo, ministro de Integración Subregional; su primo Marcelino Owono Edu, ministro de Hacienda y Presupuestos; su sobrino Melchor Esono Edjo, secretario de Estado del Tesoro; Victoriana Nchama Nsue Okomo, hermana mayor de su primera esposa, secretaria de Estado para la Cooperación Internacional, y su cuñado Pastor Micha Ondo Bile, ministro de Asuntos Exteriores y de la Francofonía. Por encima de todos, sin embargo, el caso más emblemático era el de su primogénito, Teodoro Nguema Obiang, Teodorín, ministro de Agricultura y Bosques, objeto de notables escándalos relacionados con el consumo suntuario y el despilfarro.

Al margen del nepotismo, el régimen mantenía, según estimaciones de ese mismo año, todas las inercias del pasado: Transparencia Internacional incluyó a Guinea Ecuatorial entre los diez países más corruptos del mundo; Amnistía Internacional lo denunciaba por sus numerosas violaciones de los derechos humanos; la Organización Internacional del Trabajo recordaba la prohibición de cualquier actividad sindical; el Departamento de Estado norteamericano lo señalaba como un punto estratégico del tráfico internacional de mujeres y niños; el neoyorquino Comité para la Protección de Periodistas lo destacaba como uno de los cinco países con más censura del mundo.

Corolario de la situación descrita, la oposición, impaciente, se debatía entre la desesperación y las tentaciones secesionista y golpista. En 1998, el juicio contra 117 bubis del Movimiento por la Autodeterminación de la Isla de Bioko que supuestamente intentaron acabar el año antes con la vida de Obiang, concluyó con 15 condenas a la pena capital. En 2003, el líder del Partido Popular ecuatoguineano, Severo Moto, quien como miembro del clan de Macías y Obiang ostentó la cartera de Turismo e Información en sus respectivos gobiernos, constituyó en España un gobierno de Guinea Ecuatorial en el exilio ligado a varias tentativas de golpe de estado. En su condición de refugiado político, Moto se benefició de coberturas legales que variaron al albur de la política española: favorable con el presidente José María Aznar, quien apoyó los intentos golpistas ecuatoguineanos de 1997 y 2004; adversa tras la aproximación al régimen de Obiang llevada a cabo por el gobierno de su sucesor, José Luis Rodríguez Zapatero, que en 2006 le retiró el estatuto de refugiado después de que Moto ingresara en prisión preventiva por un supuesto delito de tráfico de armas.

En las elecciones del 4 de mayo de 2008 la contundencia de los resultados a favor del régimen tuvo una de sus modalidades coercitivas en el «voto patriótico», consistente en acceder a la urna exhibiendo el contenido de la papeleta que se depositaba. El único escaño de la oposición correspondió al secretario general de Convergencia para la Democracia Social (CDS), Plácido Micó, un ex condenado a muerte, represaliado también en 2002 por su participación en el complot bubi de 1997: ejemplo del trato arbitrario de la dictadura ecuatoguineana hacia sus enemigos, que como es natural el régimen de Obiang lo presentaba como coartada de su tolerancia democrática.

[ Vegeu també: El colonialismo ]

Lluís Cànovas Martí, «Guinea Ecuatorial: dictadura y petróleo» Versió ampliada d'un article escrit per els webs Ocenet i Nivel 10 Plus del Grupo Editorial Océano