Literatura aragonesa
Lluís Cànovas Martí  /  18.5.2004

A comienzos del siglo XXI hablaba el aragonés una comunidad lingüística de unas diez mil personas en varios valles y localidades del viejo Aragón, el Sobrarbe y la Ribagorza occidental, en la provincia de Huesca. El aragonés se formó como dialecto del latín en los valles pirenaicos del Alto Aragón durante los siglos VII y VIII, y recibió la influencia del vascón por la integración de aquellos territorios en el reino de Navarra, razón por la que los lingüistas lo designan también, durante este período, como navarro-aragonés. Durante la Reconquista, con la expansión del reino de Aragón, su ámbito lingüístico se extendió hacia el sur, y también recibió la influencia del catalán a partir de los siglos XIII y XIV al integrarse en la Corona de Aragón, en cuya cancillería se usaban el latín, el catalán y el aragonés. Este último adoptó muchos rasgos castellanos cuando, a comienzos del siglo XV, tras el ascenso de la dinastía Trastámara, la corte experimentó una progresiva castellanización. Habitualmente se acepta que el primer escrito en aragonés es del siglo X, las Glosas emilianenses, aunque la adscripción aragonesa del texto no es aceptada unánimemente por los investigadores, algunos de los cuales lo consideran un mero documento castellano. No se discute, sin embargo, que otros dos importantes documentos de los siglos XII y XIII, el Liber regum, primer texto histórico escrito en la península en una lengua romance, y el Vidal mayor, con la compilación de los fueros de Aragón, están escritos en aragonés. También presentan claros rasgos de esta lengua obras como Razón feita d'amor, el Libre dels tres reys d'Orient y la Vida de Santa María Egipcíaca, aunque habitualmente los tratados sobre la literatura de la época suelen clasificarlos asimismo como textos castellanos. En el XIV aparecen los primeros escritores aragoneses con nombre propio: Juan Fernández de Heredia, autor de la Grant crónica d'Espanya y Crónica de los conquistadores, plagadas ambas de castellanismos y catalanismos; san Juan de la Peña, autor de una Crónica escrita en un aragonés más riguroso, y en el siglo XV los poemas de Eiximén Aznáriz. En el XVI, autores aragoneses como Baltasar Gracián y los hermanos Argensola escribieron directamente en castellano, reflejando el proceso de asimilación cultural operado, que redujo el aragonés a los ámbitos rural y familiar, a la literatura aljamiada (escrita en la grafía arábiga) y, a partir del siglo XVII, a unos pocos autores que pretendieron acercar su obra al habla de su medio, como la abadesa Ana Abarca de Bolea en sus poemas, el turolense Braulio Foz, que lo usó en algunos pasajes de su novela costumbrista Vida de Pedro Saputo (1844), y sobre todo Bernardo Larrosa en Un conzello d'aldeya (1847), primer intento moderno de recrear un aragonés común. En la primera mitad del siglo XX este intento tuvo continuidad en unos pocos autores, entre los cuales destacó Domingo Miral, rector de la Universidad de Zaragoza en 1931, que fue el primer intelectual de prestigio puesto en el empeño. Una cierta renaxedura (renacimiento) de las letras aragonesas se producirá, sin embargo, en los años sesenta del siglo XX, aunque lastrada por la multiplicación de núcleos dialectales: el somontano, con Pedro Arnal Cavero y Juana Coscujuela; el altorribagorzano o benasqués, con Chusé María Ferrer Fantoba, María José Subirá, José Antonio Saura; el bajorribagorzano o cheso, con Veremundo Méndez, Chusé Coarasa, Rosario Ustáriz Pablo Recio (seudónimo de Cleto José Torrodellas Mur); el grausiano, con Antonio López Santolaria; el dialecto de Gistau o chistabín, con Nieus Luzia Dueso... La primera gramática del aragonés, obra de Franco Nagore, no aparecería hasta 1977. En ese tiempo la necesidad de una lengua literaria común será tomada por una serie de escritores entregados preferentemente a la lírica: Eduardo Vicente de Vera (Garba y augua, 1976), Francho Rodes Orquín (Ascuitia clamor bueita, 1980), Chusé María Guarido (A nuestra canta, 1982), Ánchel Conte Cazcarro (No deixez morir a mía boz, 1985; O tiempo y os días, 1996), Chusé Inazio Navarro García (En defensa de as tabernas y atros poemas, 1998) y el propio autor de la gramática, F. Nagore (Sospiros de l'aire, 1971; Baixo a molsa, 1999). La existencia de esta corriente no implica necesariamente una cesura generacional, puesto que en muchos casos su obra coincide cronológicamente con la de los autores locales señalados.

Lluís Cànovas Martí, «Literatura aragonesa»
Escrit per a Larousse 2000 (Actualización 2005), Spes Editorial, Barcelona, 2005