Escritora en lengua catalana (L'Escala, 1873-1966), nacida en el seno de una familia de propietarios rurales, cultivó el drama rural, género frecuente entre los epígonos del naturalismo, que hizo fortuna en los medios literarios catalanes de comienzos del siglo XX. La narrativa breve de Caterina Albert
-aparecida en siete libros que totalizan cerca de ochenta relatos- tiende, salvo contadas excepciones, a acentuar aún más la visión sombría de la vida ofrecida por aquellos retratos naturalistas que se contaron entre sus referentes inmediatos. Así por ejemplo, en las doce narraciones de sus Drames rurals (1902), donde los protagonistas son una galería de marginados, mendigos, borrachos..., el empeño morboso de las descripciones y el recurso a la mezquindad de los móviles crean el clima necesario al desenlace trágico, que muestra el dominio de la fatalidad cósmica sobre la existencia humana. La crudeza en el tratamiento de los temas y el escándalo que por la misma razón y por ser mujer siguió a su primera obra -el monólogo La infanticida, premiado en los Juegos Florales de 1898-, determinaron que en sus obras siguientes ocultara su condición femenina bajo el pseudónimo con que se hizo famosa. Su novela Solitud (1904-1905) es una de las más emblemáticas de la narrativa catalana del siglo XX y la obra capital de su corriente modernista. Se publicó por entregas en la revista más representativa del modernismo catalán de la época, Joventut, un hecho que afecta a la estructura fragmentaria de sus 18 capítulos, encabezados siempre por una presentación y rematados invariablemente mediante un párrafo conclusivo. Son sus protagonistas la ermitaña Mila, el pastor Gaietà y Ànima, personajes simbólicos en torno a los cuales la autora teje un universo mítico en donde la primera es confrontada al dualismo bondad/espíritu-maldad/materia que encarnan los otros dos, y donde su lucha por impedir que su personalidad se disuelva en la masa indiferenciada de la naturaleza -simbolizada por el fatalismo de la montaña- conducirá a un desenlace trágico en el que el triunfo del mal significa al mismo tiempo el renacimiento personal de la protagonista: la recuperación de una autonomía individual que implica un ideario nuevo, y supera el determinismo en boga. Otros de sus dramas rurales destacables se encuentran recogidos en Ombrívoles (1904), Caires vius (1907), La mare-balena (1920) y Marines (1930). Aun así Caterina Albert es habitualmente considerada autora unius libri, de un solo libro. La novela Un film (3000 metres), publicada entre 1918 y 1931, también por entregas, en la revista Catalana, se aparta del escenario rural para situar la acción en Barcelona y ha sido siempre considerada una obra menor. La misma calificación merecen sus piezas teatrales, recogidas en Quatre monòlegs (1902) y Teatre inèdit (1967), que denotan la influencia de À. Guimerà. |