entrega armas presos tibet

Les primeres revoltes tibetanes contra la ocupació xinesa tingueren un caràcter més o menys espontani i descoordinat. A la imatge, monjos tibetans sotmesos després d'una revolta lliuren les armes a l'exèrcit xinès, probablement a la regió de Lhoka (11.4.1959)

La revuelta tibetana

Lluís Cànovas Martí / 23.5.2008

Los rituales ecuménicos que preceden los Juegos Olímpicos de Pekín han devenido blanco de la denuncia de la política de violación de los derechos humanos que mantiene China en Tíbet: una realidad de opresión nacional y genocidio cultural Véase José Elías Esteve, El Tíbet, la frustración de un estado. El genocidio de un pueblo, Tirant lo Blanch, València, 2004. conscientemente ignorada por una comunidad internacional más atenta a la magnitud de los intereses económicos que tiene trabados en China, en todo coincidentes con los del proceso de globalización mundial en curso. En 2000, estos intereses le abrieron a China las puertas de la Organización Mundial del Comercio, en donde ingresó de pleno derecho en 2004, y la premiaron con la designación de Pekín como ciudad olímpica de 2008. Un lapso de ocho años en cuyo transcurso China despuntaría como el país líder de las llamadas economías emergentes.

China se anexionó Tíbet en 1950 mediante una ocupación militar que dio paso a la desmembración administrativa del territorio conquistado, una vasta superficie de 2.500.000 kilómetros cuadrados que constituyen hoy más de la cuarta parte del territorio chino. La llama olímpica, que en su periplo intercontinental hasta Pekín tenía previsto el paso por Tíbet (con un simbólico relevo en la cumbre del Everest, junto a la frontera nepalí), prendió en 2008 la chispa de la revuelta tibetana. Y su eco solidario se dejó sentir en las manifestaciones registradas en las principales ciudades del mundo occidental, muy especialmente en aquellas incluidas en el itinerario de la antorcha, que tuvo que sortear la movilización de quienes trataban de impedir su paso y apagarla. En Tíbet, la represión china de la revuelta arrojaría al término de cuarenta días de marzo y abril un balance oficial de 19 muertos (113, según cifras del exilio tibetano) y más de mil detenidos y condenas a penas de reclusión entre los tres años y la cadena perpetua

Aplastado el movimiento, y ante el temor a que en agosto la apertura de los juegos pudiera ser boicoteada, el gobierno del presidente Hu Jintao accedió, bajo la presión europea, a un gesto negociador con el gobierno tibetano que desde el exilio lidera el dalai lama, Tenzin Gyatso.

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La historia de Tíbet se entrecruza con las de los imperios chino y mongol desde la noche de los tiempos y dibuja sus primeros trazos reconocibles en el medioevo, que en el caso tibetano se prolonga hasta bien entrado el siglo XX. Pero en la actualidad las tres regiones del Tíbet histórico que reivindican los tibetanos se encuentran desmembradas entre cinco provincias chinas: Sobre el mapa del Tíbet histórico y sus actuales límites, véase Map of Tibet showing Historial and Contemporary Boundaries Ü-Tsang (en su mayor parte integrada en la provincia de Xizang, donde se localiza la capital del Tíbet, Lhasa, y dotada desde 1965 del estatuto de Región Autónoma del Tíbet, que sólo alcanza a la mitad del territorio tibetano), Amdo (repartida entre las provincias de Qinghai y Gansu) y Kham (repartida entre las provincias de Xizang, Sichuán y Yunnan). La población tibetana en el conjunto de los territorios del Tíbet histórico suma 5.020.000 habitantes, según las estadísticas de población chinas, que el gobierno tibetano en el exilio eleva a seis millones. En 2007, la población de la Región Autónoma de Tíbet (aquella a la que habitualmente alude la prensa occidental cuando se refiere al Tíbet) sumaba 2.840.000 habitantes, el 45 % de los cuales eran de etnia tibetana. A esas cifras hay que sumar los cerca de 150.000 tibetanos que viven en el exilio, en su mayoría en India.

La monarquía tibetana y el budismo

Las sucesivas dinastías de reyes tibetanos se remontan al siglo II y no lograron la unificación de sus feudos regionales hasta el siglo VII, en que nació como estado de Yarlung, bajo el reinado de Nam-ri. Con su hijo, Songtsen Gampo, se fundó Lhasa y tuvo lugar la introducción del budismo, que fue adoptado como doctrina de la corte y pasó a coexistir con el chamanismo bon propio de la tradición popular autóctona. Casado este monarca en 641 con una princesa china, estrechó Tíbet las relaciones con China, y probablemente por la influencia de su segundo matrimonio con una princesa india, abrió una ruta comercial con India. Más allá de las razzias tibetanas en tierras chinas, que conformaron una geografía de pequeños reinos tributarios, la primera confrontación bélica de envergadura con aquel país se produciría durante el reinado del nieto de Songtsen Gampo, Khrimang Song-mang, cuando los tibetanos conquistaron Quinghai, pusieron freno a la expansión china en Turkestán y establecieron guarniciones en Yunnan y Sichuán. Sus sucesores dinásticos encadenaron alternancias de guerra y tratados de paz, incluida una apoteósica toma de la capital de la dinastía china Tang, Chang'an, en 763, fecha que marca el apogeo del dominio imperial tibetano previo al declive del siglo IX.

Transculturación y sustrato étnico

La historiografía atribuye a las luchas político-religiosas de ese siglo y del siguiente la pérdida del ímpetu expansionista tibetano y la conformación del fenómeno político-espiritual que en el futuro iba a ser conocido como lamaísmo. Con el tiempo, esta sociedad viviría un proceso de transculturación ocasionado por los flujos migratorios de otros pueblos que se asentaron en su territorio: preferentemente de las etnias han (establecida sobre todo en Kham y junto a la capital de Qinghai, Xining) y mongola (con asentamientos junto al lago Kokonor y en las estepas del altiplano de Qaidam, en Qinghai).
En las regiones tibetanas se consolidaría un sustrato étnico común cuyas señas de identidad referenciales fueron la lengua tibetana, perteneciente a la familia tibetano-birmana, y el budismo vajrayâna o tántrico, Véase John Bloeffeld, Le bouddhisme tantrique du Tibet, Seuil, París, 1976. una de las más de doscientas ramas derivadas de las enseñanzas agnósticas del místico indio del siglo VI a.C. Siddharta Gautama, más conocido como Buda.

El dominio mongol: el gobierno de los lamas

La influencia de los mongoles fue especialmente determinante a partir del siglo XIII, cuando, sometidos Tíbet y China al imperio de Gengis Kan, cobró impulso la escuela budista Sa-skya.
En 1578, el príncipe mongol Altan Kan convirtió los mongoles a la secta budista tibetana Gelugpa y otorgó al guía espiritual de ésta, Sonam Gyatso (1543-1588), el título de dalai lama: según sus creencias, era éste la tercera reencarnación de Gendun Drupa, fundador del monasterio de Tashilhunpo, el mayor centro de enseñanza de la escuela Gelugpa, y aunque el fundador no había llevado el título, Sonam Gyatso respetó esa prevalencia y adoptó para sí el título de tercer dalai lama. Con la ayuda mongola, el dalai lama acabaría desplazando del liderazgo espiritual del Tíbet a la que, en ese momento, era su secta hegemónica, Karma Kagyu. No fue, sin embargo, hasta 1643 cuando el caudillo mongol Gushri Kan reconoció al quinto dalai lama, Lozang Gyatso, como máximo gobernante del país: un gobierno teocrático fundamentado en un régimen de servidumbre feudal
en el que el campesinado rendía sus tributos a la clase dominante constituida por los grandes terratenientes y los lamas, y que sólo colapsó a mitad del siglo XX con la ya señalada ocupación china.

Dominación y anexión por China

El dominio chino de Tíbet arranca de 1717-1720: en esos cuatro años las pugnas entre las facciones mongolas determinaron el derrocamiento del dalai lama por una de ellas y la intervención del ejército imperial chino, que lo repuso en el trono. El gobierno resultante quedó, sin embargo, sometido al control de dos altos comisarios chinos (ambans) que impusieron el cierre del país a los extranjeros. Ese dominio se reforzó en 1792 con la ocupación china de Qinghai durante la guerra chino-nepalí, que quedó incorporada definitivamente al Imperio chino, como sucedería igualmente con Kham en el siglo siguiente.

Un siglo después, en 1903-1904, tropas del vecino protectorado británico de la India reactivaron la guerra por el dominio del Tíbet cuando, forzando la apertura parcial del país, entraron en Lhasa e impusieron un virrey indio. La Convención de Lhasa que sancionó la nueva situación establecía una ambigua relación de protectorado colonial: China ratificó esa legalidad en 1906 mediante un nuevo tratado con el Imperio Británico que le aseguraba la no intervención de ninguna otra potencia en Tíbet, hecho que significó el primer reconocimiento internacional de sus pretensiones sobre el territorio. Se hicieron éstas efectivas mediante el pago de las indemnizaciones estipuladas en 1904 para la salida británica del Tíbet y con una nueva ocupación militar que en 1910 obligaría al decimotercer dalai lama a exiliarse en la India

La coyuntura favorable a sacudirse el yugo chino aparecería sin embargo casi de inmediato, cuando, en 1912, la muerte del último emperador de la dinastía Qing creó las condiciones propicias para la victoria militar tibetana. Consumada ésta, ese mismo año el dalai lama pudo proclamar en Lhasa la independencia del Tíbet. Sólo iba a ser reconocida por Mongolia y, por el contrario, tropezaría al año siguiente con los límites impuestos por la Conferencia de Simla, en la que el Imperio Británico y China acordaron reconocerle al Tíbet el estatus de región autónoma china. Comoquiera que no hubo acuerdo sobre los límites fronterizos, China se negó finalmente a suscribirlo: suficiente para que el aprovechamiento de las convulsiones políticas chinas de los años inmediatos permitieran a Tíbet una independencia de facto que iba a prolongarse 38 años.

Esa situación excepcional de la historia tibetana contemporánea concluyó el 1 de octubre de 1949. Ese día tuvo lugar la proclamación de la República Popular China y el presidente Mao Zedong prometió «liberar» el Tíbet en cuanto parte del territorio nacional. Menos de un año después, en 1950, el Ejército Popular invadía Tíbet; Tenzin Gyatso (a la sazón con 16 años de edad) asumía la jefatura del gobierno como decimocuarto dalai lama y se veía obligado a aceptar las imposiciones del acuerdo de «Diecisiete puntos para la liberación pacífica del Tíbet». Aunque sobre el papel el documento garantizaba el respeto a las instituciones tibetanas, implicaba el primer reconocimiento histórico de la soberanía china sobre el país.

El proceso revolucionario no respetó, sin embargo, el espíritu del acuerdo: en 1954, se crearon comités de liberación en las provincias anexionadas de Amdo y en la ciudad de Xigatse; el gobierno de Pekín utilizó a la segunda autoridad tibetana, el panchen lama, para introducir un programa de reformas con las que minar la autoridad del dalai lama; el control chino sobre los comités fue la palanca de las confiscaciones de bienes (que comenzaron por la incautación de armas), se instauraron comunas populares, hubo reclutamiento forzado de mano de obra, intentos de sedentarizar a los nómadas, se expropiaron monasterios, los monjes fueron exclaustrados por decreto. Sobre el régimen comunista chino en Tíbet véanse Katia Buffetrille y Charles Ramble, Tibétains, 1959-1999: quarante ans de colonisation, Autrement, París, 2003, y Èlia Susanna López, El conflicto del Tíbet: análisis histórico y violaciones de los derechos humanos, Institut de Drets Humans de Catalunya, Barcelona, 2007.

De la revuelta a la guerrilla y el exilio

El desarrollo de ese proceso daría lugar a una serie de revueltas locales en las que, en principio, no se luchaba por el Tíbet, sino por la mera autodefensa de lo inmediato (ganado, familia, monasterio.) frente a una intromisión extranjera que alteraba el orden de la tradición. En los primeros años, la región de Kham fue el principal foco de ese tipo de revueltas, que fueron reprimidas incluso con el bombardeo aéreo de los pueblos y, en 1956, tuvieron en la revuelta de Litang su experiencia más significativa. Todas ellas nutrieron los campos de refugiados de Lhasa (en esos años aún bajo un control chino parcial) y una tan espontánea como desorganizada guerrilla que fue machacada por el ejército y proporcionó los primeros jóvenes khampas entrenados por la CIA estadounidense (en campos de la isla mariana de Saipán).

La espontaneidad dio paso a una organización concertada cuando los refugiados khampa crearon en 1958 la guerrilla Chushi-Gangdruk (Cuatro Ríos y Seis Sierras), que llegó a contar con unos 15.000 combatientes en la región de Lhoka y, en el contexto de la guerra fría contra el comunismo, obtuvo de la CIA un mayor apoyo logístico, brindado a través de los hermanos del dalai lama, Takser Rimpoche y Gyalo Thondup. Véanse Jamyang Norbu, Warriors of Tibet: the History of Aten and the Khampas'Fight for the Freedom, Wisdom Publications, Somerville, 1987, y Kenneth Conboy y James Morrison, The CIA's Secret War in Tibet, University Press of Kansas, Lawrence, 2002. En 1959, la revuelta estalló en la misma capital, Lhasa. La represión costó la vida a unos seiscientos tibetanos, según cifras chinas que los rebeldes elevan a varios miles. La guerrilla de Lhoka fue exterminada. El dalai lama rechazó el acuerdo de los «Diecisiete puntos» y, con unos 80.000 seguidores, cruzó la frontera india para establecer en Dharamsala su gobierno en el exilio, financiado con 1,7 millones de dólares anuales hasta comienzos de los años setenta, en que la aproximación estadounidense a China aconsejó al Departamento de Estado cortar esas asignaciones. En el ínterin, durante la década de los sesenta, la lucha armada se había prolongado en el marco de la operación ST Circus de la CIA (desactivada en 1969), que llevó a doscientos tibetanos al campo de entrenamiento de Camp Hale, en Colorado, y a formar un foco guerrillero de más de dos mil hombres con bases en el valle nepalí del Kali Gandaki en la región de Lo Manthang (Mustang), finalmente desarmado por Nepal en 1974. Un trabajo periodístico sobre aquella experiencia, con entrevistas a los lugareños y algunos guerrilleros supervivientes, se encuentra en Rafael Poch, «Diario de Pekín: Khampa, el ejército secreto del Himalaya», La Vanguardia (22-5-2008).

En el interior, China jugaba la baza modernizadora de un gobierno del panchen lama para aplicar un programa de asimilación que tuvo como primera providencia la enseñanza única del mandarín en las escuelas y comportó deportaciones masivas y su reemplazo por inmigrantes de otras regiones, dando lugar a un desequilibrio étnico que pronto impuso la realidad de una mayoría social china. Conseguidos los objetivos básicos que se proponían con la utilización de la figura del panchem lama, éste fue encarcelado en 1964 (y no recobraría la libertad hasta 1977) y, al año siguiente, se instauró la referida Región Autónoma del Tíbet. Fruto de la internacionalización diplomática del conflicto llevada a cabo por el exilio y aprovechando la circunstancia de que China aún no había ingresado en la ONU, el consejo de seguridad aprobó en 1961 y 1965 sendas resoluciones a favor de la autodeterminación del Tíbet. Por el contrario, la Revolución Cultural (1966-1976), con el apoyo de los guardias rojos formados en las escuelas tibetanas, se centró en la persecución religiosa.

La nueva «vía intermedia» del dalai lama

Tras la muerte de Mao (1976), se abrió paso una permisividad religiosa relativa, con reapertura y reconstrucción de algunos monasterios. El dalai lama renunciaría a partir de 1982 a la independencia para tratar de fortalecer las competencias autonómicas del Tíbet a través de una vía de diálogo en la que, desde luego, el gobierno de Pekín no mostró el menor interés. Ese cambio de rumbo hacia lo que el dalai lama calificó como «vía intermedia» fue rechazado, asimismo, por grupos de monjes y civiles partidarios de proseguir la lucha armada hasta la independencia. Mientras, los fondos de la CIA para operaciones especiales en Tíbet se aplicaron al fomento de organizaciones no gubernamentales.

En 1989, la muerte del décimo panchen lama, quien acababa de posicionarse contra el gobierno chino (el panchen lama fue oficialmente víctima de un ataque al corazón, pero los tibetanos vieron en esa muerte la concurrencia de oscuras circunstancias), daría lugar a seis años de búsqueda de su reencarnación. Cuando el dalai lama anunció en 1995 su hallazgo, el elegido (Gendun Chökyi Nyima) fue secuestrado con su familia por la policía y puesto bajo «custodia» del estado. Se impuso la ley marcial para frenar las manifestaciones y el gobierno emprendió a su vez la búsqueda de una reencarnación alternativa del panchen lama, que finalmente recayó en Gyancain Norbu. La burla a las creencias budistas que implicaba esa operación condujo a la ruptura de la vía de diálogo hasta 1998. Entretanto, nacía el movimiento Amigos del Tíbet, formado por monjes jóvenes, partidarios de una «nueva cultura de la resistencia», que planteaban sus objetivos independentistas en el terreno de la no violencia.

A pesar de las divisiones surgidas en la oposición tibetana, el dalai lama, distinguido en 1989 con el premio Nobel de la Paz, conservaba el reconocimiento internacional a su liderazgo y aparecía como el interlocutor indiscutido de cualquier posible solución negociada para el Tíbet. Entre 2002 y 2007, las negociaciones de los enviados del dalai lama con el gobierno chino se sucedieron infructuosamente en siete ocasiones. Las demandas tibetanas fueron rechazadas por los representantes chinos, y entre ellas no fue la menor la negativa a aceptar la reivindicación territorial sobre el Tíbet histórico, el Gran Tíbet, que se mantenía como un obstáculo insalvable para el acuerdo.

El 4 de mayo de 2008, se abrieron en la ciudad cantonesa de Thenzhen nuevas negociaciones. Los chinos se proponían paliar la pésima imagen pública dejada ante el mundo por la represión de los dos meses anteriores. Una vez más, en esos contactos no hubo respuesta a las demandas tibetanas y, en medio del secretismo más estricto, se pospuso a una fecha indeterminada la continuidad del proceso negociador. En ésas, el empantanamiento del proceso se solapó con el desplazamiento del interés informativo del mundo hacia los efectos catastróficos del terremoto sufrido por China el día 11 en Sichuán: suceso que, en la práctica, iba a resultar un inesperado y eficaz antídoto frente al rechazo internacional a China originado por la represión de la revuelta tibetana en vísperas de la cita olímpica.

Lluís Cànovas Martí, «La revuelta tibetana» Escrit per els webs Ocenet i Nivel 10 Plus del Grupo Editorial Océano