De la prehistoria a los primeros imperios
Lluís Cànovas Martí  /  9.6.2002

La prehistoria es esa etapa de la existencia de la humanidad que no ha dejado crónicas escritas
y con referencia a la cual carece de sentido hablar de «acontecimientos», puesto que de ella sólo cabe referirse, sobre todo en sus etapas más remotas, en términos de milenios, cambios evolutivos de la especie, técnicas de fabricación de herramientas o prácticas sociales más o menos indiferenciadas... Las técnicas empleadas en la investigación de esos tiempos tratan de establecer el largo proceso de cambios anatómicos, sensoriales y de comportamiento que dentro de los primates condujo a la hominización, y que necesitó de millones de años.
En base a los yacimientos arqueológicos encontrados, actualmente se acepta que las primeras especies con características humanas aparecieron hace unos 2,5 millones de años en África oriental. Hitos en los movimientos migratorios que jalonarían más tarde su expansión fuera del continente africano son los yacimientos arqueológicos de Ubeydia (Sinaí), de 1,2 millones de años de antigüedad, y en los dos extremos de Eurasia, Chukutien (China), 700.000 a .C., y Atapuerca (España), 780.000 a .C. La especie humana completó su evolución biológica en 200000-100000 a .C., en que entraría en una fase de evolución cultural acelerada cuyo logro más significativo fue la revolución neolítica experimentada en el IX milenio a.C. en el valle del Jordán, cuando las prácticas productivas de la agricultura y la ganadería lo redimieron de la condición de simple depredador
y propiciaron el comienzo de un proceso de sedentarización. Hacilar (Turquía) es uno de los poblados más antiguos (6250- 5750 a .C.) que se conocen. Las primeras ciudades aparecieron en la Baja Mesopotamia durante el período de Uruk (4600- 3100 a .C.), que toma el nombre de esta ciudad (citada en el Antiguo testamento como Erech y actual Warka, en Irak) e ilustra un modelo de urbanización extensible a otras ciudades de la región, como Ur, Eridu, Lagash y Nippur. Muy posteriores, y de mayor relevancia urbanística, fueron, hacia el 2000 a .C., las del valle del Indo, como Harappa y Mohenjo Daro (Pakistán).
Aspecto característico de la cultura neolítica fueron las construcciones megalíticas utilizadas en los ritos y enterramientos funerarios, y que tienen en los litorales mediterráneo y atlántico de Europa sus piezas emblemáticas: dólmenes, talaiots, menhires, cromlechs, henges... El largo proceso que conduce del fin del neolítico a los primeros imperios estuvo marcado además por conocimientos que muchas veces, como en el caso de la metalurgia, se reprodujeron de forma autónoma en lugares
y momentos distintos: por ejemplo, el cobre a partir de mineral se obtuvo en el yacimiento de Çatal Hüyük (Turquía) en el VII milenio a.C., en los Balcanes hacia el 5500 a .C. y en Los Millares (Almería, España) en 3500- 2159 a .C.El paso de la prehistoria a la historia tuvo lugar hacia el año 3000 a .C. con la difusión de la escritura (y los primeros escritos, de 3500 a .C., aparecen en las tablillas de barro de los templos de Uruk). Se produjo casi simultáneamente en Mesopotamia y en Egipto cuando la progresiva complejidad de la estructura social propició que el sistema de intercambio de productos, basado en el trueque entre individuos, se abriera a unas relaciones impersonales que hacían necesario un sistema de signos contables. Egipto consolidaba en ese tiempo su unidad bajo los faraones de las primeras dinastías del Imperio antiguo, que en plena crisis social y política se extinguiría hacia 2400 con la sexta de ellas, y sólo recuperaría la unidad en el Imperio medio (2160-
c.
1800 a.C.), que vivió un desarrollo religioso considerable con el culto a Osiris. A lo largo de su historia la civilización egipcia unió todas sus manifestaciones con la omnipotencia del estado y de los dioses, y atrajo la admiración de otros soberanos por la eficacia de su organización administrativa
y como modelo monárquico capaz de justificar sus prácticas absolutistas. En comparación, la extensión de los pequeños estados del mundo egeo, cuya civilización nació en Creta, iba a ser insignificante, aunque la compensarían con creces a través del comercio marítimo, en el que abrieron la vía transversal del Mediterráneo señalando el camino que iba a seguir la futura civilización de Grecia.

Lluís Cànovas Martí, «De la prehistoria a los primeros imperios»
Prefaci al volum 1 de la Historia Universal Larousse, RBA Editorial/Spes Editorial, Barcelona, 2002-2003