Portada i una vinyeta del còmic underground de Nazario La piraña divina (Barcelona, 1a ed., 1975), peça de referència de la cultura gai encunyada a la ciutat de Barcelona. A la dreta, l'autor rep la inspiració divina d'un travesti celestial que, amb l'acomboiament de personatges de l'inframón, li descarrega la lefa sota l'orla «Cum falum Dei gratia plena».
Lluís Cànovas Martí / setembre 2002 (Rev. 26.8.2014)
Nazario es el nombre artístico del dibujante y pintor Nazario Luque Vera (Castilleja del Campo, Sevilla 1944), padre del comic underground español. Estudió Magisterio en su tierra y ejerció como maestro entre 1963 y 1972. Pero ese año se fue a vivir a Barcelona, para abrazar, en pleno tardofranquismo, una vida bohemia que, entre otras aventuras, lo llevó a compartir un piso con Javier Mariscal y los hermanos Farriol. Juntos crearon el primer cómic marginal español, El Rrollo enmascarado (1973), que distribuían por cuenta propia en circuitos no comerciales del barrio chino y de las Ramblas. Las historietas de Nazario plasmaban un mundo de marginación que parecía evocar la Barcelona sórdida del Jean Genet de los años treinta, pero en el que ahora se reivindicaba con voluntad provocativa la libertad sexual largos años reprimida por la dictadura: travestís, maricas, chorizos, prostitutas, invertían con irrespetuoso descaro los valores morales tradicionales. Por una de estas historietas, La piraña divina (1975), fue condenado y llevado a la cárcel. Siguiéronle San Nazario y las pirañas incorruptas, Alí Babá y los 40 maricones, Anarcoma, el detective travestí y ramblero... Su labor agitadora no se detuvo en el dibujo y se convirtió en un personaje emblemático de esa Barcelona postfranquista que en 1977 se proyectaría en los fastos utópicos y festivos de las Jornadas Libertarias Internacionales. Con quien fue su pareja, el pintor José Pérez Ocaña (Cantillana, Sevilla 1947-1983), participó en el documental de Ventura Pons Ocaña, un retrat intermitent (1978), que refleja fielmente el espíritu de la época. Su obra de la década de 1980 se halla dispersa en infinidad de publicaciones: Star, El Víbora, Bazaar, Ajoblanco... a contracorriente de una Barcelona amenazada entonces por el proyecto de sus Juegos Olímpicos, y ungida como parque temático después de que fueran estos clausurados. En pro del mercado turístico, se alejaba así unos pasos el gueto urbano de lo gai hacía zonas más templadas de la ciudad, pero Nazario iba a mantener su papel de icona de su medio, ahora con el reconocimiento de sus conciudadanos respetables: en 1993 obtuvo el premio de la crítica teatral barcelonesa por el vestuario que realizó para la obra Braguetas. Por esa época abandonó las historietas para dedicarse a la pintura: bodegones, flores, naturalezas muertas de carácter hiperrealista que, en tono elegíaco, recogen un repertorio de citas que abarcan de la cultura clásica al pop y que mantienen, aunque más calmo, el pálpito de sus inquietudes de siempre, expuestas con desigiual regularidad en las galerías Sen, de Madrid, y la barcelonesa María José Castellví. Su ciudad de adopción le dedicaría en 2002 la antológica «Nazario. Barcelona 1972-2002» en el Palau de la Virreina, en plenas Ramblas, y le distinguió con el encargo del cartel para sus fiestas patronales de la Mercè... Seguía aún en pleno pálpito cuando en 2010 le fue concedido el premio Rambla d'Arts Plàstiques.
Lluís Cànovas Martí, «El pop menguante de Nazario: de la provocación vitalista a la naturaleza muerta»Escrit per a l'enciclopèdia Larousse 2000 (Actualización 2003), Spes Editorial, Barcelona, 2003